El Barroco se asocia a la reacción religiosa de la reforma católica, que se asienta en la voluntad del Concilio de Trento (1545-1563) por recuperar las imágenes mediante la creación de un arte realista, más orientado a la sensibilidad que a la razón. De este modo, el Barroco se asocia al catolicismo militante y a la acción de los jesuitas.
José de Ribera (1591-1652)
Demuestra un constante interés por la plasmación del dolor físico o mental, representándolo en las figuras de santos penitentes o mártires. El Martirio de San Bartolomé pone de manifiesto su complacencia por el realismo en los detalles descriptivos del sufrimiento, cuya plasmación pictórica realiza por medio de duras pinceladas que depositan un grueso de color cuyo relieve contribuye a acentuar el verismo de los volúmenes de la carne, sus arrugas y violentas contracciones.
Francisco de Zurbarán (1598-1664)
Su Santa Casilda, pone de manifiesto un interés por describir la condición tridimensional, casi escultórica, de la figura en el espacio. Destaca la utilización de modelos reales, describiéndolo con técnica de retrato, y la descripción minuciosa de los ropajes y flores. El propósito de la obra de Zurbarán es crear una emoción mística por medio de figuras descritas con rigor naturalista. La combinación de elementos imaginarios con una figura realista constituye una de las características de la pintura de Zurbarán. La artificiosidad de la naturaleza queda manifiesta en los paisajes dibujados, cosa que ayuda a enfatizar las expresiones.
Bartolomé Esteban Murillo (1618-1682)
Murillo también establece en su obra de carácter religioso una idealización de los tipos que responde a la demanda de la devoción popular. El propósito del pintor es la representación del goce que al fiel proporciona la religión. El primer Murillo de El Milagro en el Pozo, La Inmaculada Concecpción y Los niños de la Concha, Las figuras de los santos y la Virgen introducen elementos realistas en un conjunto de rostros idealizados. Después de su viaje a Madrid, donde estudió a Velázquez, en la Sagrada Familia del Pajarito, toma modelos de vida cotidiana a los que el pintor ha dotado de gestos naturales y expresión serena.
De Velázquez destacan sus retratos en los que consigue transcribir fielmente y sin concesiones el aspecto físico y personalidad humana del personaje mediante una extraordinaria capacidad técnica. En Velázquez el paisaje toma dimensiones flamencas demostrado en los retratos ecuestres del Conde-Duque de Olivares y del Príncipe Baltasar Carlos. Las Meninas es una de las obras de planteamiento más complejo de la pintura de todos los tiempos, que destaca el poder del artista de modificar la percepción de la realidad. Al igual que en las Meninas, en el Cristo en casa de Marta y María, dicha obra sintetiza un extraordinario saber de las posibilidades pictóricas y el conocimiento sublimado de la perspectiva aérea.
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