lunes, 2 de junio de 2014


El pacto entre Franklin D. Roosevelt y el rey Abdelaziz Ibn Saud en febrero de 1945 en el Mar Rojo a bordo del USS Quincy, por el que Roosevelt garantizaba a Ibn Saud la seguridad geoestratétiga a cambio de seguridad energética, ha quedado superado. 

Después de los atentados del 11S de 2011, el gobierno de los Estados Unidos se propuso conseguir la independencia energética de las fuentes energéticas árabes de gas y petróleo y lo ha conseguido gracias al descubrimiento de yacimientos de gas y petróleo de esquisto, accesibles por la llamada técnica de fracking.

La principal consecuencia de esto es que Estados Unidos ya no garantiza la estabilidad y la seguridad de sus aliados en la región árabe. Esto comporta la modificación y desplazamiento de los centros de poder y el mapa de seguridad.

Centros de poder

La segunda guerra de Irak rompió el equilibrio geoestratégico entre chiismo y sunismo a favor del primero. De este modo, el chiismo extiende su hegemonía en Síria, Irak y Líbano, hecho que suscita enormes suspicacias en los países con minorías chiitas como Arabia Saudí, Bahrein o Yemen. Las revueltas árabes de 2011 han debilitado por lo general los estados sunitas, han acentuado el protagonismo de Teherán y en Síria se ha convertido en una guerra sectaria ante la pasividad occidental. 

El Cairo, Damasco y Bagdad, capitales del viejo nacionalismo árabe y del panarabismo, ya no son las ciudades donde se cuece el futuro de los árabes, sino en las metrópolis de negocios como Riad, Kuwait, Doha,, Sharjah, Abu Dhabi o Dubai. 

Pierden peso Irak, Síria, Egipto, a favor de Turquía, Irán e Israel así como Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes Unidos. 

Relajamiento de la seguridad 

El Norte de África se ha convertido en un mapa de fronteras inseguras y porosas. La inestabilidad en Sudán y en el Cuerno de África conecta y abres pasadizos para los movimientos terroristas que comunican con el Sinaí, la franja de Gaza e incluso Jordania, Síria e Irak. 

La desaparición de estados policiales ha conducido a un relajamiento de la vigilancia fronteriza y a un aumento del tráfico ilegal de mercancías, armas cortas y droga en las regiones fronterizas. Este hecho ha facilitado que Al Qaeda se haya implantado en el África subsahariana y que haya encontrado en Síria una causa para atraer a jóvenes islamistas de todo el mundo. 

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