Después de la crisis de 1898, se desprestigiaron los partidos, se agudizaron las luchas sociales, hubo bombas anarquistas y se radicalizaron las clases medias. Y se vieron dos nuevas formas de inserción en una vida social cada vez más compleja: la actitud de bohemia y la presencia intelectual.
El regeneracionismo criticaba el caciquismo y la oligarquía como los males de España. Anticaciquismo, anticlericalismo y antimilitarismo fueron tres lemas de la conciencia popular rebelde.
La repugnancia y el atractivo de la vida española, los deseos de ruptura moral y los pujos de radicalismo elaboraron una perspectiva más rica que hallamos en Unamuno, Valle-Inclán, Pío Baroja, Azorín y Antonio Machado.
Estos autores encarnaron la construcción de la modernidad literaria en España por su vivencia personal de la búsqueda de un lenguaje expresivo, por su conciencia clara de la crisis de los géneros literarios tradicionales, por su peculiar modulación del yo artístico, tres ingredientes capitales del arte contemporáneo.
En 1910 surge una visión de España que se revela heredera del regeneracionismo y de la sensibilidad finisecular pero despojada de dramatismo y subjetivismo. Una nueva percepción de lo español sintetizada en el semanario político España (1915-1924), que creó Ortega y Gasset y en la que participaron Ramon Pérez de Ayala, Unamuno, Machado, Baroja, Maeztu, Valle-Inclán y Azorín.
A principios del s.XX la vocación artística se vuelve arcaica y los jóvenes son más competentes como Salvador de Madariaga, ingeniero, Gregorio Marañón, endocrinólogo, Manuel Azaña, letrado del Estado. Se institucionaliza la vida intelectual en la Institución Libre de Enseñanza, la Junta de Ampliación de Estudios (1907) o la Residencia de Estudiantes madrileña (1910).
Ortega y Gasset marca la necesidad de reconocimiento del mundo exterior. Gabriel Miró, Ramon Pérez de Ayala, Juan Ramón Jiménez y Gómez de la Serna simbolizan esa reconciliación con la realidad.
Actualmente, la España de aquel fin de siglo está muy lejos de la Europa del momento. La España de hoy es una pieza más del azaroso porvenir de un continente que ha perdido definitivamente la hegemonía universal. Entonces la peculariedad histórica de España que fue el tema de Unamuno, de Azorín o de Baroja, y sus personajes padecieron la impotencia y la rabia de ser españoles; ahora, y por una elección que no deja de ser significativa, los protagonistas de Antonio Muñoz Molina y de Javier Marías trabajan como traductores y viven sus conflictos entre las salas de espera de aeropuertos y sábanas extranjeras.
Hoy, después de la crisis de 2010, la nueva forma de inserción de la generación de jóvenes mejor preparada de nuestra historia en la vida social, es la emigración o el autoexilio por aire, tierra o mar. Hoy los lemas de la conciencia popular rebelde son Antimonarquía, Democracia real y Soberanía participativa. Hoy, la necesidad que se presenta, es la opuesta a la que Ortega y Gasset se marcaba, hoy se plantea la necesidad de reconocimiento por parte de España, la imperiosa necesidad de que la Realidad reconozca a los jóvenes, de que España reconozca a sus hijos. Hoy, para muchos jóvenes esta España es el país de cuyo nombre no quiero acordarme, el país que ha dejado de ser el suyo. España es de una extrañeza agropecuaria, sórdida y vil, que ha negado la oportunidad que todo jóven necesita. Dime, España, ¿quién eres? ¿La España de Saturno devorando a su hijo o la España de Sorolla?
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