Soy feliz, soy un hombre feliz
porque vivo en un país libre
en este instante, en este momento
porque tengo un cuerpo y unas manos
con las que construyo la historia.
Soy feliz, soy un hombre feliz,
porque el sol de cien años de socialismo
ilumina el camino a seguir
el camino de las luchas sociales
y si esto fuera poco, como le
cabe a un hombre cabal,
de ética y moral socialista,
quiero que me perdonen, por mi felicidad,
todas aquellas mujeres
que son las culpables de mi felicidad,
gigantes todas, presentes en nuestra
lucha diaria, una lucha por ser, por dignificar
a las que han construido la historia de forma
callada y tenaz,
y fueron olvidadas de los libros de historia,
hechos por los ganadores.
En mi día a día, soy feliz
porque soy gigante; porque
camino a presente junto a ellas,
artífices de lo que somos y seremos,
luchadores infatigables, que nos enseñaron
que la vida va en serio,
que no hay que dejar que nos hagan
la historia, sino que hay que luchar por hacerla,
por construirla, por no dejar que nos la hagan.
A las que se rasgaban las vestiduras
porque sus maridos se ahogaban con la Armada Invencible,
a las condenadas por las leyes de Nuremberg
por compartir lecho con quién no debían,
a las Trece Rosas fusiladas y enterradas en una
fosa común,
a las mujeres que hacían funcionar las fábricas
en la retaguardia republicana, a las
internacionalistas
que vinieron a luchar contra el fascismo,
a tantas mujeres,
a tantas historias olvidadas,
a tantas luchadoras sociales.
Barcelona, 8 de Marzo de 2020
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