martes, 10 de marzo de 2020


Para condenarme a galeras,
Para sacrificarme en su parnaso,
Para hacer de mi cuerpo pedazos,
Para diluirme entre la masa,
Para conseguir un altar en la historia,
Me vienen a convidar a definirme,
Me vienen a invitar a sojuzgarme,
Me vienen a rogar a que no hable,
Me vienen a solicitar tanta mierda.

Los reyes de la guerra juegan
en su tablero con nuestras vidas
desde Afganistán hasta el Congo,
pasando por Vietnam y Irak,
sus palacios se pintan de sangre
y se levantan sobre cadáveres
de los parias y alfiles de la historia, pero
nosotros, los que una vez levantamos las pirámides
construiremos una y otra vez
todas las torres de Babilonia que hagan falta 
para llegar hasta sus palacios,
y como ya lo hicimos una vez,
asaltaremos sus Palacios de Invierno
para decir a gritos:
que la era está pariendo un corazón nuevo
que el traje nuevo del emperador no es tal
que el rey va desnudo;
y quemaremos el cielo si es preciso
por vivir, por cualquiera casa,
por cualquier persona. 

Construyen para destruir,
planean sus estrategias de tierra quemada
jugando con nuestro mundo, como si
de un juguete se tratase, pero todo el dinero
del mundo no comprará nuestra 
dignidad.

En la fría noche de la historia
la era pare un corazón nuevo,
nuevo como el sol de la mañana,
viejo como el viento que sigue soplando ,
que clama que es infeliz la tierra que necesita héroes, 
que proclama que no se dejen seducir,
la vida es poca, no se dejen consolar,
la vida es lo más grande, 
de nada más disponemos, no se dejen
engañar, luchen contra las injusticias
no posean más de cuanto su corazón pueda amar
porque el hambre viene y desaparece,
pero la dignidad, una vez perdida,
ya no vuelve.

Barcelona, 10 de Marzo de 2002

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