Para condenarme a
galeras,
Para sacrificarme
en su parnaso,
Para hacer de mi
cuerpo pedazos,
Para diluirme
entre la masa,
Para conseguir un
altar en la historia,
Me vienen a
convidar a definirme,
Me vienen a
invitar a sojuzgarme,
Me vienen a rogar
a que no hable,
Me vienen a
solicitar tanta mierda.
Los reyes de la
guerra juegan
en su tablero con
nuestras vidas
desde Afganistán
hasta el Congo,
pasando por Vietnam
y Irak,
sus palacios se
pintan de sangre
y se levantan
sobre cadáveres
de los parias y
alfiles de la historia, pero
nosotros, los que
una vez levantamos las pirámides
construiremos una
y otra vez
todas las torres
de Babilonia que hagan falta
para llegar hasta sus palacios,
y como ya lo hicimos una vez,
para llegar hasta sus palacios,
y como ya lo hicimos una vez,
asaltaremos sus
Palacios de Invierno
para decir a gritos:
que la era está
pariendo un corazón nuevo
que el traje
nuevo del emperador no es tal
que el rey va
desnudo;
y quemaremos el
cielo si es preciso
por vivir, por
cualquiera casa,
por cualquier persona.
Construyen para
destruir,
planean sus
estrategias de tierra quemada
jugando con nuestro
mundo, como si
de un juguete se tratase, pero todo el dinero
del mundo no
comprará nuestra
dignidad.
En la fría
noche de la historia
la era pare un
corazón nuevo,
nuevo como el sol
de la mañana,
viejo como el
viento que sigue soplando ,
que clama que es infeliz la
tierra que necesita héroes,
que proclama que no
se dejen seducir,
la vida es poca,
no se dejen consolar,
la vida es lo más
grande,
de nada más
disponemos, no se dejen
engañar, luchen
contra las injusticias
no posean más de
cuanto su corazón pueda amar
porque el hambre
viene y desaparece,
pero la dignidad,
una vez perdida,
ya no vuelve.
Barcelona, 10 de Marzo de 2002
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