El camino se
hace al andar y es sólo mediante la praxis, mediante la acción y el hacer, mediante
la cual el hombre tiene que demostrar la verdad. Son los hombres los que hacen
que cambien las circunstancias y la conciencia de la modificación de esas
circunstancias sólo puede concebirse mediante la praxis. El motor principal del hombre es la ambición de lograr sus deseos, la demostración de fuerza que lo hace presentarse al mundo y estar en el lugar que siente que le corresponde, es decir, sentir y saber cuál es su deber histórico, en un porceso de expansión de su energía creativa. Hay que comprender las
propias contradicciones para poder cambiarlas entendiendo al individuo dentro
de una sociedad que forma parte de la humanidad. La vida social es
eminentemente práctica y solo mediante el ejemplo se puede transformar esa misma
realidad.
El fin de la
vida humana es el autoperfeccionamiento a través de adquirir más conocimientos,
más comprensión del mundo, preguntarse el porqué de las cosas y sentir los
problemas de la humanidad como propios. Este fin implica la constatación de que
no somos perfectos y de que hay que estar constantemente mejorándonos. Hay que manifestar los errores, analizarlos y
corregirlos. Este es un primer momento, el momento de probarse, de ver hasta
dónde puedo llegar. Con ese objetivo hay que plantearse cada día problemas
reales y concretos de trabajo cotidiano. Es mediante el trabajo, mediante la
praxis que la conciencia humana se crea y, por eso mismo, este debe ser visto
como un deber social, que aporte la máxima dignidad, que sea creador, en una
palabra, que tenga sentido. En el trabajo hay que plantearse problemas propios
para mejorar, plantearse todo lo que no se entienda, discutir y pedir
aclaración y ser siempre el primero.
Este primer
momento siembra las condiciones de posibilidad para tomar conciencia de lo
iguales que somos todos y de que hay que luchar contra todo fenómeno o entidad
que suponga para el ser humano la pérdida de sí mismo. De esta manera el
trabajo amplía su definición cuando este se realiza de forma voluntaria. El trabajo voluntario rompe la división
social del trabajo.
El tercer
momento es el descubrimiento del otro. Este es el momento de más
perfeccionamiento del ser humano. Ayudar al compañero a cumplir su deber. En
este momento el ser humano se ofrece como ejemplo, se ofrece a sí mismo en
situaciones ambivalentes y hace propuestas voluntaristas teniendo como base
unas sólidas convicciones fruto de su sensibilidad ante la injusticia y a su
espíritu inconforme. Este es el momento decisivo en el que el hombre se enfrenta
a la vida. El sentido vitalista le quita el miedo y ejerce la solidaridad
continuada, el internacionalismo, y tiene la satisfacción de crear la nueva
sociedad con sus manos.
En un plano superior
del tercer momento surge el internacionalismo, que es la comprensión de que la
especie humana es una, que cada día sale el mismo sol para todos y que cada día
es una nueva posibilidad para mejorar. Más allá de lo que nos diferencia, lo
importante es lo que nos une como especie humana. Existe una naturaleza humana, un hombre genérico, la humanitas y éste debe ser defendido mediante la defensa de los derechos humanos. El internacionalismo
trasciende las barreras nacionales y nos saca del encasillamiento en el que los
humanos nos hallamos, el grupo del nosotros en oposición al ellos, y nos dice
que más allá de esas diferencias hay más cosas que nos unen que nos separan.
Ser internacionalista es asumir nuestra responsabilidad con la humanidad. Es
tomar conciencia del vínculo que une a la humanidad y de que el bienestar de
unos condiciona el de otros. Las raíces históricas y culturales de la humanidad
son el mestizaje y la transculturación. Hombres de diversos países han ayudado
a construir nuestra historia basándose en la colaboración desinteresada,
fraterna y en plano de igualdad como las Brigadas Internacionales que vinieron
a luchar contra el fascismo en España o como los profesionales sanitarios que
acuden a socorrer a los seres humanos afectados por catástrofes naturales o
guerras.
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