viernes, 30 de mayo de 2014



Muchas de las situaciones sociales que vivimos hoy, se gestaron en interacciones sociales que el régimen franquista fomentó durante los cuarenta años en que ejerció el poder. Las consecuencias de las acciones de las autoridades franquistas se extendieron a todos los campos de la vida colectiva de la sociedad española de su momento, y es más, no se acabaron con la caída del régimen y la transición política sino que continuaron hasta la actualidad. 

Se caraceriza por una tupida red coorporativista y una cascada de artilugios burocráticos, que enlaza las decisiones gubernamentales con la venta de pequeños favores a escala provincial por parte de los organismos sindicales durante el franquismo, y las diputaciones provinciales en la actualidad, a los que se les traspasa teóricamente las competencias de aquellas comisiones. 

Durante el franquismo se favoreció la proliferación y el reforzamiento de prácticas monopolísticas al concederse a los grupos patronales una participación efectiva en las medidas de la política económica en materia de instalación industrial y de asignación de cupos de materias primas. Y es fácil la eliminación de posibles competidores cuando son las propias empresas establecidas y los grupos empresariales más fuertes dentro de cada sector quienes informan las solicitudes de nuevas instalaciones y aconsejan la distribución de cupos de materias primas. Por ejemplo, esta situación se reproduce actualmente en las subastas eléctricas amañadas en las que bajo un manto de legalidad aparente, se eliminan los posibles competidores y se reproduce una situación de oligopolio. Todo inclina a la creación de auténticos status quo sectoriales. Todo invita a marginar de las preocupaciones del empresario la reducción de costes. 

La consecución de influencias políticas o administrativas deviene tarea prioritaria. Para incrementar los beneficios de una indústria débil no se buscará tanto la reducción de costes como el aumento de los precios de una producción con destino preestablecido. Como consecuencia, una economía basada en el oligopolio y el bajo nivel técnico existente, en la que difícilmente puede impulsarse un desarrollo competitivo de la industria y esperarse crecimiento y diversificación. El mercado se halla distorsionado por prohibiciones, permisos y subvenciones. Se podría definir la economía como discrecional y recomendada del intervencionismo arbitrista imperante. 

El favoritismo es el principal motivo de ineficacia. De ineficacia y también de la corrupción reflejada en la vasta ramificación de actuaciones irregulares que eluden o burlan las normas interventoras. Estas prácticas dan lugar a la formación y desarrollo de mercados clandestinos paralelos a los intervenidos, y también a la aparición de una economía subterránea en sectores donde la pequeña empresa y el trabajo doméstico conservan todavía amplias posibilidades de mantenimiento. En ambos predominan prácticas de corrupción. 



En el franquismo se genraban rentas de situación debido a la intervención estatal, el tráfico de divisas, las licencias de importacion, de expedientes arbitrarios... Durante el período democrático se alienta la generación de rentas de situación derivadas de una intervención estatal drástica y irremediable, como las subvenciones europeas para cursos de formación, la subvención de sectores no competitivos como la minería, la subvención de energías no competitivas como las energías limpias, la subvención del cultivo de lino, las licencias de construcción y las recalificaciones de terreno... se convierten en actividades particularmente lucrativas. Y cuando los negocios y las prácticas especulativas y fraudulentas, es decir, el afán de ganancias inmediatas, alimentado por un intervencionismo corrupto y aberrante, han substituido a la actividad empresarial convencional. 

Esto tiene efectos sobre la desigualdad de la renta durante la etapa considerada a favor de quienes pudieron aprovecharse de la situación. España es el país de la OCDE donde más han aumentado las desigualdades sociales. Entre 2007 y 2010 los ingresos del 10% de la población española más pobre cayó de media anual un 14%, mientras que en ningún otro país de la OCDE bajó más del 10%. Tampoco es de extrañar que haya casi un 50% de la población que solo tiene estudios primarios o no los ha acabado, así como que lideremos la tasa de abandono escolar en Europa. ¿Por qué? Porque, entre otras causas, el sistema productivo no requería estudios formales para ganar un salario mínimamente decente en la construcción, debido a las recalificaciones y licencias fraudulentas de construcción, y en la administración, gracias a concursos públicos amañados o impunes otorgamientos de trabajos a dedo por parte de cargos públicos como los Presidentes de las Diputaciones, que cuál señores feudales del empleo, contratan y despiden impunemente.

La corrupción no es un cultivo espontáneo, se construye en relaciones sociales de producción que en vez de seleccionar a los mejor preparados para puestos de responsabilidad, elige a aquellos que generan simpatías y que hacen funcionar la maquinaria corrupta. En España se ha pervertido la movilidad social, que no se basa en la elección del mejor preparado como en Estados Unidos o en el Reino Unido, sino en aquellos que más competencias tienen en adorar y alabar al señor feudal de turno, sea este catedrático de universidad, concejal de urbanismo, constructor o promotor inmobiliario o presidente de la Diputación. Todos ellos tienen algo en común, la irresponsabilidad del ejercicio impune de los entresijos del poder de dar y quitar puestos de trabajo.

Es ahora que se está empezando a hacer una transición social que quiere dejar atrás las prácticas corruptas y abrir la sociedad a una transparencia democrática. Estamos presenciado una transición social democrática. Si la transición política española dejó atrás un sistema diseñado a imagen y semejanza del dictador, no se ha producido hasta ahora una transición social que acabe con las micropolíticas corruptas. Los cambios sociales tardan mucho más que los cambios políticos. 

1 comentarios:

  1. Interesante artículo Óscar.

    Me gusta como rastreas esa clase privilegiada del capitalismo intervenido franquista hasta hoy en día, porque eso es una de las negativas características que aún posee nuestra economía. Hay que recordar que las grandes empresas españolas durante el Régimen eran públicas, fruto de un proceso de nacionalización sobre sectores que, el Gobierno consideraba que eran de interés público y hoy llamaríamos irónicamente interés social. Por lo visto el programa de PODEMOS no es tan novedoso conociendo un poco de historia.

    Esas empresas nacionalizadas crearon toda una casta de burócratas estatales cercanos al régimen, cuyo mérito no era, en la mayoría de ellos, su sabia y profesional gestión empresarial, sino la capacidad de llevar a cabo lo mejor posible, los caprichos económicos del Régimen.

    Muchos de los empresarios que siguen coleando en puestos de dirección o consejos, son hijos de esa relación ponzoñosa de ESTADO y MERCADO supeditado al primero, donde los favores y los sobres, pero sobre todo los primeros, eran el ámbito común de juego económico-político.

    Por otro lado, se comprueba que a cuanta mayor capacidad de intervención tenga el poder político en la economía, mayor son las probabilidades de que aparezca esa lacra de la corrupción. No hace falta ser un experto en la materia para darse cuenta que cuanto más represivo e intervencionista es el estado, mayores niveles de corrupción (baste ver el informe Corruption Perceptions Index que elabora cada año Transparency International).

    Otra cosa que no quiero dejar en el tintero sobre esta lacra a nivel patrio, es la sensación de impunidad que no suele darse en otros países, incluso entre los más corruptos. Por ejemplo, en China o Corea del Norte, los niveles de corrupción son mayores, pero si te pillan con las manos en la masa y al gobierno totalitario de turno no le convencen tus explicaciones, pues pena capital y listo. Y aún así, sigue existiendo corrupción. Sin embargo, en España, hay como una especie de beneplácito judicial con los corruptos en opinión de muchos de los individuos. Algún escritor diría que al fin y al cabo, fue aquí donde casi inventamos la novelesca de pícaros y si no fue así, por lo menos producimos la mejor de todas ellas, el Lazarillo de Tormes. Al fin y al cabo, parece que junto con la envidia, la corrupción forma parte nuestra esencia como pueblo, ya afirmaba Pérez-Reverte "La misma España en la que Quevedo y Góngora escriben sus versos, Velázquez pinta sus cuadros y Lope de Vega estrena sus comedias, se desmorona ante la impasibilidad del rey Felipe IV, en una corte dominada por las intrigas y la corrupción, manejada a su antojo por el conde-duque de Olivares apoyado por la Santa Inquisición. " La misma España que tenía su Edad de Oro en la literatura y las artes, llevaba de complemento, el desmoronamiento del imperio, y por lo visto, la corrupción no andaba tampoco lejos.

    Literarios saludos!

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