sábado, 3 de julio de 2021

 


En la película  de Ingmar Bergman, el Séptimo sello (1956) encontramos un ensayo de poesía moderna que traduce la vivencia de un hombre moderno, pero realizado libremente con motivos medievales. El caballero regresa de las Cruzadas como en nuestros días vuelve de la guerra un soldado. En la Edad Media los hombres viven aterrorizados por la peste. Hoy día, viven aterrorizados por la bomba atómica. El séptimo sello es una alegoría del hombre en su búsqueda eterna de Dios, con la muerte por única respuesta.

En esta película el hombre es el ser-ahí, el Dasein, el ser para la muerte, es el hombre existencial que se angustia, que puede tener una vida auténtica o inauténtica. De esta manera, Bergman coloca al ser en el cine de igual manera que Heidegger colocó al ser en la filosofía. Dicho de otro modo, el cine con Bergman se pregunta por el ser, el hombre arrojado en el mundo se interroga por el ser. El hombre olvida el ser para centrarse en el dominio de los entes.

Partiendo de la idea de que es mejor un infierno acompañado que sólo, ahora va a tratar profundamente la incomunicación de los individuos como causante de los grandes padecimientos cayendo en un profundo pesimismo de las capacidades del buen obrar. Esta fase no desemboca en un compromiso político como en Sartre, sino en un halo de esperanza resumido en el concepto de santidad humana tal y como se puede ver en Gritos y Susurros y materializado en la importancia de la ternura como el elemento más importante y trascendente dentro de la vida cotidiana y sencilla, única realidad llena de sentido dentro del enigma del sentir.

Bergman corre hacia el precipicio para saltar a la fe pero en el último momento se detiene, le hace falta una prueba de su existencia. Las tres películas que cierran la tercera etapa, como en un espejo, los comulgantes y el silencio señalan el momento en el que Bergman se decanta por el agnosticismo casi de manera definitiva tras una crisis sentimental debido a un divorcio y una crisis religiosa al planteársele nuevas dudas sobre la existencia de Dios.

En este punto de su trayectoria personal y profesional, Bergman, igual que en el mito de Sísifo, comprende que no hay castigo más temible que el trabajo inútil y sin esperanza, que carece de todo valor y de toda trascendencia después de buscar respuestas en Dios y no hallarlas. Sísifo es el héroe del absurdo, despreciado por los dioses, sin trascendencia. Sísifo no quiere morir porque solo tenemos una vida, que no vale nada. Si quiero ser moral es un capricho. Al comprender el absurdo, Bergman no tiene a quién preguntar, ni a Dios ni a la Ciencia y cambia la esperanza por la sapiencia, por el disfrutar de la vida.

A falta de valores trascendentales quedamos ante la nada, ante el absurdo, y si hay un destino personal, no hay un destino superior, el destino es creado por el individuo y pronto sellado por la muerte. La Nada implica ser dichosos, aceptar su realidad es ser feliz, el universo sin sentido hay que aceptarlo hay que imaginar a Sísifo dichoso. En la experiencia del absurdo el sufrimiento es individual. A partir de la rebeldía cobra conciencia de ser colectivo, y se convierte en la aventura de todos. Comparte la rareza con todos los hombres y que la realidad humana sufre distanciamiento con respecto a sí y al mundo.

El mal que sufre un solo hombre es un problema colectivo. Rebeldía es igual a Cogito, y saca al individuo de su soledad. Me rebelo, luego existimos. En la rebeldía el hombre se supera en otro y la solidaridad humana es metafísica. Una sociedad se puede sostener si hay elementos comunes: estar tranquilo en tu casa sin que venga nadie a llamarte. Necesito a los demás que me necesitan a mí y a cada uno. Cada acción colectiva, cada sociedad implica una disciplina y el individuo si esta ley es un extraño que esta doblegado bajo una colectividad enemiga. Es una libertad condicionada, es una convivencia solidaria. Si no se cree en nada, si nada tiene sentido y no se puede afirmar ningún valor, todo es posible y nada tiene importancia.

La maldad/virtud son azar o capricho. Careciendo de un valor superior nos quedamos en el mundo inmediato en el que no hay justos/injustos, pero amos y esclavos. El más eficaz, el más fuerte. Si todo vale somos animales con ropa, y somos más que eso porque creamos una comunidad a través de la moral. Este mundo no tiene sentido, pero el hombre tiene sentido. Tenemos que proclamar que la persona está por encima del Estado. Somos una comunidad de personas con metas de conducción comunes. El yo no existe, si no existe el grupo. Del yoísmo en el que el mundo empieza y acaba en uno mismo, mediante la experiencia del absurdo, se llega al hombre rebelde, a la solidaridad.

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