La condición
general de la existencia humana está condicionada por el nacimiento y la
muerte, la natalidad y la mortalidad. Para Hannah Arendt, la Labor, el Trabajo
y la Acción, las tres características claves de su obra La Condición Humana, están enraizados en la natalidad, ya que
tienen la misión de proporcionar y preservar el constante aflujo de nuevos
llegados que nacen en el mundo como extraños.
Sin embargo, de
las tres, la acción mantiene la más estrecha relación con la condición humana de la Natalidad; el nuevo comienzo inherente al
nacimiento se deja sentir en el mundo sólo porque el recién llegado posee la capacidad
de empezar algo nuevo, es decir, de actuar.
En este
sentido de iniciativa, un elemento de acción, y por lo tanto de Natalidad, es
inherente a todas las actividades humanas. Más aún, ya que la acción es la
actividad política por excelencia, la Natalidad, y no la mortalidad, puede ser
la categoría central del pensamiento político, diferenciado del metafísico.
Si la acción
como comienzo corresponde al hecho de nacer, si es la realización de la condición humana de la Natalidad, entonces el
discurso corresponde al hecho de la distinción y es la realización de la
condición humana de la pluralidad, es decir, de vivir como ser distinto y único
entre iguales.
Puesto que sin la acción y el discurso, sin la
articulación de la Natalidad, estaríamos condenados a girar para siempre en le
repetido ciclo del llegar a ser, sin la facultad para deshacer lo que hemos
hecho y controlar al menos parcialmente los procesos que hemos desencadenado,
seríamos las víctimas de una automática necesidad con todos los signos de las
leyes inexorables que, según las ciencias naturales anteriores a nuestra época,
se suponía que constituían las características sobresalientes de los procesos
naturales.
El milagro que salva al mundo, a la esfera
de los asuntos humanos, de su ruina normal y natural es en último término el
hecho de la Natalidad, en el que se enraiza ontológicamente la facultad de
la acción. Dicho con otras palabras, el
nacimiento de nuevos hombres y un nuevo comienzo es la acción que son capaces
de emprender los humanos por el hecho de haber nacido. Sólo la plena
existencia de esta capacidad puede conferir a los asuntos humanos fe y
esperanza, dos esenciales características de la existencia humana que la antigüedad
griega ignoró por completo, considerando el mantenimiento de la fe como una
virtud muy poco común y no demasiado importante y colocando la esperanza entre
los males de la ilusión en la caja de Pandora.
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