En este artículo me propongo tratar cuatro conceptos que bajo mi punto de vista tratan la misma idea y que por lo tanto guardan una relación: los conceptos de la Angustia (Kierkegaard), el Hastío (Baudelaire), la Náusea (Sartre) y el Absurdo (Beckett). ¿Por qué hacer
ésto? Para comprender mejor a estos autores y para contextualizar en la evolución del pensamiento su análisis para ver como una idea es tratada bajo conceptos diferentes a través del
tiempo. Esta es una idea que tenía guardada desde hace ya muchos años pero nunca encontraba el momento ni las condiciones necesarias para llevarlo a la práctica.
El hecho de buscar lugares comunes acera a estos autores y permite hacer un esbozo cultural sobre la importancia de entender mejor la filosofía y acercarla a los menos versados en estos asuntos. Compararé el concepto de la Náusea de Sartre, el de la Angustia de Kierkegaard y el Hastío de Baudelaire así como el Absurdo de Samuel Beckett. Bajo mi punto de vista, se pueden encontrar puntos en común que permiten profundizar en el conocimiento de estos autores y avanzar en el camino que marcaron en su obra.
El hecho de buscar lugares comunes acera a estos autores y permite hacer un esbozo cultural sobre la importancia de entender mejor la filosofía y acercarla a los menos versados en estos asuntos. Compararé el concepto de la Náusea de Sartre, el de la Angustia de Kierkegaard y el Hastío de Baudelaire así como el Absurdo de Samuel Beckett. Bajo mi punto de vista, se pueden encontrar puntos en común que permiten profundizar en el conocimiento de estos autores y avanzar en el camino que marcaron en su obra.
El concepto de la Angustia de
Kierkegaard representa el origen del existencialismo que se manifiesta como una
filosofía personalista, concreta y cristiana. La Angustia para Kierkegaard es
suma ambigüedad dialéctica, es neutral, y desde ella y sobre ella, como
condición, surge libremente por el salto el pecado de todo individuo, todo
pecado. La Angustia en pavorosa cercanía con la Nada se constituye en condición
originaria de la existencia espiritual, de la libertad.
Existir es esa relación espiritual, consciente, interior, activa y libre que uno mantiene consigo mismo y que se va logrando a golpes de decisión, pasión y fe, dado el hecho de haber nacido. El hombre aparece desnudo en el mundo y, en consecuencia, todo lo tiene que hacer, empezando por sí mismo.
La libertad es infinita y brota de la Nada. La Angustia es la realidad de la libertad en cuanto posibilidad. La libertad es un gran poder que al hacerse real comienza cerniéndose sobre la nada, en una especie de noche que rodea su estado de sueño, de irrealidad inicial, de ignorante inocencia. La Nada engendra Angustia. El espíritu proyecta su propia realidad pero esta realidad es nada. El espíritu inmediato se estremece ante su propia posibilidad. La Angustia es el vértigo de la libertad.
Hay como un forcejeo o una tentación de la impotencia de la angustia a la potencia de la libertad y a ésta le entra sudores y está a punto de desmayarse entre querer y no querer. Es un fenómeno del espíritu que está aún soñando y que no ha constituido en propiedad la síntesis de alma y cuerpo, de finitud e infinitud, de tiempo y eternidad. Aún no se ha hecho hombre verdadero.
En oposición a Sartre, Kierkegaard afirma que el individuo tiene historia. El individuo tiene dos costados, el de la individualidad personal y el de la individualidad específica o histórica. Ningún individuo puede ser indiferente a la historia de la humanidad, de la misma manera que ésta puede estarlo respecto de ningún individuo. La perfección consiste en la plena participación en la totalidad.
Existir es esa relación espiritual, consciente, interior, activa y libre que uno mantiene consigo mismo y que se va logrando a golpes de decisión, pasión y fe, dado el hecho de haber nacido. El hombre aparece desnudo en el mundo y, en consecuencia, todo lo tiene que hacer, empezando por sí mismo.
La libertad es infinita y brota de la Nada. La Angustia es la realidad de la libertad en cuanto posibilidad. La libertad es un gran poder que al hacerse real comienza cerniéndose sobre la nada, en una especie de noche que rodea su estado de sueño, de irrealidad inicial, de ignorante inocencia. La Nada engendra Angustia. El espíritu proyecta su propia realidad pero esta realidad es nada. El espíritu inmediato se estremece ante su propia posibilidad. La Angustia es el vértigo de la libertad.
Hay como un forcejeo o una tentación de la impotencia de la angustia a la potencia de la libertad y a ésta le entra sudores y está a punto de desmayarse entre querer y no querer. Es un fenómeno del espíritu que está aún soñando y que no ha constituido en propiedad la síntesis de alma y cuerpo, de finitud e infinitud, de tiempo y eternidad. Aún no se ha hecho hombre verdadero.
En oposición a Sartre, Kierkegaard afirma que el individuo tiene historia. El individuo tiene dos costados, el de la individualidad personal y el de la individualidad específica o histórica. Ningún individuo puede ser indiferente a la historia de la humanidad, de la misma manera que ésta puede estarlo respecto de ningún individuo. La perfección consiste en la plena participación en la totalidad.
Para Baudelaire el Spleen
o Tedio o Hastío, es un aburrimiento angustioso. Es producto de
un esclarecimiento interior que llega al fondo, pone en claro
y dilucida un asunto. Esta experiencia se manifiesta en aburrimiento angustioso
que da sentido de unidad al universo.
Este concepto contiene tres planos estructurales que puede presentar:
- el del dualismo metafísico y ético;
- el del dualismo suavizado por la posibilidad de una redención (papel otorgado por el poeta a la mujer)
- y finalmente por la afirmación de la individualidad o mejor dicho por la unificación de la experiencia propia y del cosmos, unificación exactamente mística que se manifiesta en “El viaje”.
En esta perspectiva los contrarios no coinciden sino que se intercambian: el hombre es un Diós. Esta lógica del poeta hace que sus alas de gigante le impidan caminar y se halla cerrado en sí mismo e infinito. De esta manera, el mundo del poeta se caracteriza por tres aspectos:
- En primer lugar la alteridad, es el tema del doble tenebroso, de la obscura claridad común en buena parte del romanticismo.
- En segundo lugar, las mujeres que
actualizan la dualidad vivida del primero según un modelo de atractivo y
repulsivo a la vez;
- En tercer lugar, un tema que
interioriza por el acto poético y que al escribir el tema lo hace soportable al
poeta, el texto hermafrodita o la figura hermética por excelencia, forma y
ausencia del poeta, metáfora del acto de escribir.
En definitiva, el Hastío o Tedio o Spleen es la conciencia en el mal sin la cual el ser no se puede convertir en
artista es una oscura bajada a las tinieblas del alma, donde uno se vuelve
santo o sufre el vértigo de la Nada y en el que el cielo y el infierno son
equivalentes.
Baudelaire fue rehabilitado de la
mano de Jean-Paul Sartre que publicó un ensayo célebre sobre el poeta. Sartre a
su vez trató el tema que él llamaba Náusea y que en un primer
momento había llamado Melancolía. La Náusea es el resultado de la
confrontación de la Nada. La mayoría de personas evitan afrontarse a
la Nada por varias razones:
En primer lugar, por refugiarse en la
experiencia. El médico, el cura, los magistrados y los militares conocen al
hombre tal y como ellos lo han hecho. Para Sartre ellos se equivocan, ellos han
vivido en el letargo y embotamiento, se casaron precipitadamente, por
impaciencia tuvieron hijos al azar. Ellos han conocido a los otros hombres en
los cafés, los casamientos, en los entierros. De vez en cuando se han embotado
sin saber exactamente qué les ocurría. Todo lo que les ha pasado ha comenzado y
acabado lejos de su mirada; largas formas oscuras, de los acontecimientos que
venían de lejos les ha chocado rápidamente y, cuando han querido mirar, todo
estaba acabado. Y después hacia los cuarenta años bautizan sus obstinaciones y
algunos proverbios del nombre experiencia; estas personas explican lo nuevo por lo viejo, y lo viejo lo explican por
acontecimientos aún más antiguos. Para ellos no hay nada nuevo bajo el cielo.
En segundo lugar, el miedo. Cuando se
quiere comprender una cosa, hay que colocarse delante de ella, todo solo, sin
ayuda y todo el pasado del mundo no puede servir de nada. Su sabiduría
recomienda hacer el menor ruido posible, de vivir lo menos posible, de dejarse
olvidar.
La Nada para Sartre aparece cuando,
en observando a ese hombre médico, a ese doctor de la experiencia, que ha
vivido en el miedo, constata que ese hombre pronto morirá, y que cada día que
pasa se parece más a su cadáver. Ese hombre también se da cuenta y para
soportarlo se esfuerza en creer en las lecciones de la experiencia.
Cada día ese hombre se precipita hacia la muerte para reclamar su parte de vida
eterna a la que él tiene derecho: derecho a la vida, al trabajo, a la riqueza,
a dirigir, al respeto y a la inmortalidad. Ese médico siempre ha reclamado su
derecho a la vida haciendo siempre su deber, todo su deber, su deber de hijo,
su deber de esposo, de padre, de jefe. Y también ha reclamado siempre sus
derechos, a ser curado, a ser bien educado en una familia unida, heredar un
nombre sin manchas, ser venerado como padre, ser obedecido como jefe. De esta
manera la experiencia se vuelve un derecho, el derecho de los viejos.
Ante esto Sartre nos comenta que no
hace falta tener miedo y hay que ir al azar, vacío y calmado. Nos dice que no
tenemos el derecho de existir, que hemos aparecido por azar, existimos como
existe una piedra, una planta, un microbio. Nuestra vida se basa en los
pequeños placeres y en todos los sentidos. A veces no envía signos vagos y
otras veces sólo oíamos zumbidos. La Náusea se caracteriza por ser una mirada
nueva, una mirada ansiosa en la que sólo existe el presente, en la que solo es
lo que existe materialmente y todo lo que no está no es. El pasado no existe.
El pasado es una manera de existir un estado de vacaciones y de inacción en el
que cada acontecimiento cuando acaba se guarda en una caja y deviene
honorario: tanta es la pena a confrontar la Nada. Las cosas son lo que
parecen y detrás de ellas no existe nada.
En contraposición a Kierkegaard, para Sartre no existe el pasado, existe el aquí y el ahora, en cambio para Kierkagaard, el hombre tiene dos vertientes, la individual y la histórica que son complementarias. para Sartre la existencia no tiene memoria, no hay nada antes ni después de la existencia y estamos condenados a existir. Igual que en Baudelaire, encontramos el sentido de la equivalencia, para Baudelaire en el hastío el cielo y el infierno son equivalentes igual que para Sartre no existe ni la vejez ni la juventud, ni la madurez, ni la muerte… no aspira a la eternidad porque él es de más para la eternidad.
En contraposición a Kierkegaard, para Sartre no existe el pasado, existe el aquí y el ahora, en cambio para Kierkagaard, el hombre tiene dos vertientes, la individual y la histórica que son complementarias. para Sartre la existencia no tiene memoria, no hay nada antes ni después de la existencia y estamos condenados a existir. Igual que en Baudelaire, encontramos el sentido de la equivalencia, para Baudelaire en el hastío el cielo y el infierno son equivalentes igual que para Sartre no existe ni la vejez ni la juventud, ni la madurez, ni la muerte… no aspira a la eternidad porque él es de más para la eternidad.
Encontramos,
como en Baudelaire, la alteridad cuando la existencia para Sartre “je ne
m’apercevais plus que j’existais, je n’existais plus en moi, mais en lui”.
Con esta afirmación Sartre nos quiere hacer ver que no existimos por nosostros
mismos sino en los demás, y los demás existen dentro nuestro: “La chose, qui
attendait, s’est alertée, elle a fondu sur moi, elle se coule en moi, j’en suis
plein. – Ce n’est rien: la Chose, c’est moi. L’existence,
liberée, dégagée, reflue sur moi. J’existe. ». Existimos en contraposición
al otro.
Para Sartre existimos porque pensamos, si existo es porque tengo el horror de existir, soy yo quién me lleva a la Nada a la que aspiro: el odio, el asco de existir, son maneras de hacerme existir de hundirme en la existencia. Comemos y bebemos para mantener la existencia, pero no hay ninguna razón por la que vivir. Existir es simplemente ser ahí.
Hay personas que no tienen la conciencia de que existen, no tienen la mirada de la Náusea, en cambio, hay otras, que sí que tienen esa mirada de la Náusea y son conscientes de que existen. Las personas que no pueden soportar una decepción, que comentan que son demasiado viejas para recomenzar, les falta confianza en este estado de espíritu y ya no viven más.
Para Sartre existimos porque pensamos, si existo es porque tengo el horror de existir, soy yo quién me lleva a la Nada a la que aspiro: el odio, el asco de existir, son maneras de hacerme existir de hundirme en la existencia. Comemos y bebemos para mantener la existencia, pero no hay ninguna razón por la que vivir. Existir es simplemente ser ahí.
Hay personas que no tienen la conciencia de que existen, no tienen la mirada de la Náusea, en cambio, hay otras, que sí que tienen esa mirada de la Náusea y son conscientes de que existen. Las personas que no pueden soportar una decepción, que comentan que son demasiado viejas para recomenzar, les falta confianza en este estado de espíritu y ya no viven más.
De igual modo que para Baudelaire existe la redención a través de la mujer, para Sartre la redención pasa por el hombre. Para Sartre sí que hay un objetivo, y
ese objetivo son los hombres. No cree en Dios porque la ciencia lo ha
desmentido, pero ha aprendido a creer en el hombre en el campo de
concentración. Es muy difícil ser un hombre, y todos los hombres merecen
nuestra admiración.
Para Sartre la clave de la existencia
es la absurdidad que tiene un carácter absoluto. Un
acontecimiento, un gesto en el mundo de los hombres sólo es absurdo relativamente
en relación a las circunstancias que lo acompañan. Baudelaire encontraba ese sentido de la plenitud en el Hastío individual y Kierkegaard lo encontraba en la participación en el todo. Vemos aquí algunas diferencias entre ellos que parten del diferente punto de partida.
En términos generales, Samuel Beckett
trata el Absurdo en sus dramas. Éstos
tratan de la oposición entre una gran desesperanza y la voluntad de vivir pese
a esa carga, en el contexto de un mundo incomprendido e incomprensible. Aquí coincde con Sartre que afirma que estamos condenados a ser libres.
Sus espacios dramáticos son, o bien abiertos e indefinidos (Godot, Los días felices), o bien cerrados y claustrofóbicos (Final de partida, La última cinta). Así, «La oscuridad que amenazaba invadir la escena después de La última cinta, se convierte en luz radiante en Los días felices.» Aquí encontramos igual que en Baudelaire la alteridad, es el tema del doble tenebroso, de la obscura claridad común en buena parte del romanticismo.
Sus espacios dramáticos son, o bien abiertos e indefinidos (Godot, Los días felices), o bien cerrados y claustrofóbicos (Final de partida, La última cinta). Así, «La oscuridad que amenazaba invadir la escena después de La última cinta, se convierte en luz radiante en Los días felices.» Aquí encontramos igual que en Baudelaire
En su narrativa,
siguiendo la estela de La última cinta, ahondan en gran medida en el tema
de la memoria, o más exactamente, en el
recuerdo de pasados momentos de esplendor en el marco de un presente aburrido. Esta visión se contrpone a la de Sartre para el que la existencia no tiene memoria pero es coincidente con Kierkegaard.
Por otro lado, en la mayoría de los casos, estas obras finales juegan con el tema del autoconfinamiento y la autoobservación, hasta el punto de convertirse, como en Eh Joe, en una voz que viene de fuera de la cabeza del protagonista, o bien el protagonista es silenciosamente comentado por otro personaje, como en Not I (No yo). En este punto coincide con Baudelaire al que su lógica hace que sus alas de gigante le impidan caminar y se halla cerrado en sí mismo e infinito.
para concluir con Samuel Beckett, comentar que para Kierkegaard la existencia se representa como un árbol. El árbol es la existencia del hombre o lo que pudo ser. Las posibilidades están en su mano, para jardín o desolación. Este aárbol aparece muchas veces en sus obras de teatro, como por ejemplo en Esperando a Godot en la que la escenografía se basa en un árbol y dos hombres en medio de un camino.
Por otro lado, en la mayoría de los casos, estas obras finales juegan con el tema del autoconfinamiento y la autoobservación, hasta el punto de convertirse, como en Eh Joe, en una voz que viene de fuera de la cabeza del protagonista, o bien el protagonista es silenciosamente comentado por otro personaje, como en Not I (No yo). En este punto coincide con Baudelaire al que su lógica hace que sus alas de gigante le impidan caminar y se halla cerrado en sí mismo e infinito.
para concluir con Samuel Beckett, comentar que para Kierkegaard la existencia se representa como un árbol. El árbol es la existencia del hombre o lo que pudo ser. Las posibilidades están en su mano, para jardín o desolación. Este aárbol aparece muchas veces en sus obras de teatro, como por ejemplo en Esperando a Godot en la que la escenografía se basa en un árbol y dos hombres en medio de un camino.
Magnífica exposición sobre los conceptos que sacas a la palestra, así como también el intento comprender los que tienen de común, como ya bien dice el titulo del artículo.
ResponderEliminarLa verdad es que su lectura me ha llevado por un sinfín de caminos del pensamiento y la reflexión curiosos que intentaré compartir contigo.
La principal reflexión que me ha producido la lectura de tu artículo ha sido la de confrontación. Los conceptos de angustia, hastío, náusea y absurdo me plantean una lucha encarnizada contra ese producto de la Ilustración que fue el Idealismo, sobre todo el idealismo transcendental de Kant. Frente a la esperanza con que el filósofo prusiano regó el jardín, las flores que en él nacieron no fueron las que él esperaba.
No contra él, pero si contra esa idea de transcendencia e incluso contra el "mejor de los mundos posibles" de Leibniz.
Y es que esa es la ruptura que supone el paso del idealismo kantiano hacia la nueva filosofía que reacciona contra él. Por un lado, el idealismo alemán en las figuras de Schelling, Ficht, Hegel o Jacobi y, por otro lado, el existencialismo de Kierkegaard. Posteriormente, simplemente tenemos el desarrollo filosófico de Hegel que recoge Marx y que acaba uniéndonse, como por arte de magia, a ese existencialismo de Sartre. Finos son los lazos que los unen, pero firmes en las tradiciones que los atan. Faltaba la necesidad de ruptura con el teatro "clásico" y la aparición del teatro de lo absurdo para que Beckett se una por fin, formando esta tetralogía de pesimismo y critica kantiana.
Y es que esa reacción pesimista es la segunda reflexión que acudió a mí leyendo tu artículo. Los cuatro parten de situaciones que podemos tildar de pesimistas, oscuras para el ser humano, para el individuo. El hombre, por fin se ve arrojado de verdad del paraíso, sin dios ni esperanza y abocado a una vida sin significado más que el propiamente vital. Ya no hay posibilidad de transcendencia, de salvación, de ir más allá.
Esta situación de la condición humana es lo que lleva a Baudelaire a esa angustia en la primera parte de su obra, Las flores del mal. El hombre solitario, sin meta, sin fines, debe encontrar la paz, la vida plena en la estética, la belleza, el arte, la música, la poesía. Sin embargo, este buscar en el yo estético es vano y fútil.
[...]
[...] Y es que no podemos olvidar que Baudelaire está tremendamente influido por uno de los filósofos más pesimistas de la historia de la filosofía, Schopenhauer. Recordemos que para el filósofo alemán, la vida burguesa, la vida hija de la Ilustración, es una vida abocada a una lucha de voluntades sin sentido, y lo que es peor de todo, la vida burguesa está marcada principalmente por descubrir que todo intento, acción o hecho es en vano ante la muerte. Da igual lo que hagamos, no hay posibilidad de trascender al funesto final, al eterno fin. La única solución para Shopenhauer es la contemplación.
ResponderEliminarSin embargo, aquí es precisamente, donde a pesar de que tanto Sartre, como Beckett y Baudelaire comparten mucho con Kierkegaard, el filósofo danés los supera. Porque aunque la angustia es pesimismo, es negatividad, es también potencialidad para la esperanza. Aquí toma capital importancia la diferencia entre el "hombre estético" y el "hombre ético" que analiza Kierkegaard.
Frente al abandono y la permanencia en el "hombre estético" que pregonan los demás, en el goce del placer, el arte, la belleza y demás, el filósofo danés nos dice que la angustía, que es hija de la duda en la existencia de Dios, es el camino también para hallar ese hombre nuevo que descubre que la vida buena, la vida justa, la vida llevada a cabo bajo la esperanza de la Fe y la obligación moral con la comunidad, donde encuentra su salvación.
Es tremendamente ilustrativo que Kierkegaard comparta con el Fausto de Goethe la salvación en la ética y la dedicación a los demás, en la idea de comunidad. Baste recordar como termina la obra con ese canto de los ángeles mientras Fausto sube al cielo aún habiendo perdido la apuesta: "a quien siempre se esfuerza con trabajo podemos rescatar y redimir". Pero no se trata de un trabajo cualquiera, es un trabajo de entrega y dedicación a una causa mayor, a la comunidad, la patria, la nación.
La última reflexión de tu artículo me lleva al individuo y la libertad. Despojados de las cadenas de la religión, abandonados sin la tutela de un Dios que premia o castiga, el ser humano se descubre y se asusta. Y ese miedo, ese sentirse solo es lo que provoca esos lugares comunes de los que hablas. Pero aunque no todos alcanzan el paso siguiente.
Mientras que el autor de las "Flores del Mal" encuentra la salvación a través de la "mujer" y Beckett a través de lo absurdo de la existencia que ya no concibe nada más que el yo. Kierkegaard y Sartre dan con la palabra que nos reconduce a la esperanza de sabernos solos y libres, RESPONSABILIDAD. Está en nuestras manos el asumir nuestra condición, y está en nuestras manos el saber que hacer con ella y actuar. Para el danés la salvación está en la entrega a la comunidad y el trabajo que propician el reencuentro con Dios. Para el filósofo francés, el asumir la libertad con responsabilidad y saberse que nada se nos debe más que aquello que consigamos con nuestra propia acción.
Sin embargo, es curioso como esa incitación a la acción responsable no es más que el medio para salir de la situación no deseada, es decir, la libertad y el saberse solo. Porque para Kierkegaard se regresa al calor del establo de Dios y para Sartre, se regresa al calor del establo del Estado, ese nuevo dios en que los hombres se encontraron y dejaron de tener miedo a estar solos.
Como puedes ver, una lectura muy sugerente que ha dado pie a reflexiones por mi parte. Y con los aplausos y críticas ya servidas, me despido dándote las gracias por permitirme este espacio de pensamiento y reflexión.
Un abrazo.