martes, 11 de febrero de 2014


Sentado en la barra del bar Fandango, Hércules miraba pasar la vida. Aquel bar no era como los otros. Donde algunos hubieran preferido la hamaca y un cocktail sour double, optaba por una cerveza Estrella Damm y una tapita de tortilla adornada con cuatro pequeñas rodajas de exquisito pà amb tomàquet, pero eso sí, siempre en el bar Fandango. El tránsito rodado en la calle que siempre resultaba molesto e incluso agobiante, se transformaba des de la esquina de aquel bar en una canción de Julieta Venegas acompañado de un "Bon día!". Por la mañana, el bar se inundaba de trabajadores de las oficinas circundantes intentando alargar cinco minutos más la pausa. Obligado era el comentario con el camarero de "Qué, a quién ficha hoy el Barça?". Siempre he creído que si algo marca el carácter de la ciudad era la época entre final y comienzo de la liga de fútbol. ¿De qué se puede hablar con el vecino sino de qué si el Barça gana o deja de ganar?". El pitido del árbitro en el último partido de liga inauguraba y profundizaba  una época de sequía comunicativa, ya de por si grave, que se podía maquillar con el fichaje del día. Por la tarde, el camarero de Donostia dejaba paso al de Lima, provincia de Perú.. Del mismo modo, los trabajadores y directivos de las oficinas colindantes se transformaba en profesionales liberales que se fumaban la tarde y dulces parejas que comentaban la jugada del día. Aquel bar era lo que un oasis para un sarraceno de una caravana de camellos, o un campamento base para un escalador de grandes picos. Un pequeño lago artificial donde poder hacer una barbacoa para un alemán de Karlsrhue o una pequeña cala de Indonesia para un enamorado del surf, una gota de azúcar en ese horrible double sour ¿Cómo puede alguien beberse un doble sour sin morir en el intento?" Aquel bar definitivamente resumía lo que dijo aquel gran filósofo: “El primer paso hacia el cielo es un buen dry martini, pero eso sí, con dos hielos, oliva y limón". 

0 comentarios:

Publicar un comentario