jueves, 22 de agosto de 2013




          Este libro de Miguel me recuerda al Ingenuo de Voltaire, por ese intento de sacar a la ciencia de los laboratorios y aplicarla a la realidad concreta y cotidiana, convirtiendo la casa en un microcosmos racional. Diferencia entre matrimonios deductivos y inductivos, intenta aproximar la filosofía a lo cotidiano ya que para él la vida y la muerte son las verdaderas ideas reales y las del orden ideal son el derecho y el deber. No tolera el sentido común y comenta que habría que llevarlo a la cocina, ese pequeño-gran laboratorio científico que todos tenemos en casa.


Transmite la idea de que la vida es una trágico-comedia en la que todo es un seguimiento, todo fin es un principio. Une mente y cuerpo cuando afirma que sólo la lógica da de comer. El matrimonio es la unión de la razón y el amor, en la que la mujer es “tradición de progreso” y el hombre “progreso de tradición”. Hace un llamamiento a huir de la inquisición psicológica: desconfiar de los hechólogos, de la experiencia de los viejos, de los sensatos que no comenten desatinos, no hay que dejarse etiquetar…. Para él hay tres clases de hombres, los prudentes, primero piensan luego hacen, los arrojadizos, los que hacen y luego piensan, y los que piensan y hacen a la vez. Éstos son los fuertes, los que hacen lo que piensan. Para él el fin del hombre es la ciencia ya que el Universo está hecho para ser explicado por el hombre, el origen de la ciencia es la necesidad de saber para vivir. Para él, el mundo es una gran mentira, aquí su nihilismo, en el que es una procesión de sombras que van de la nada a la nada y todo pasará como un sueño. Su pulsión de inmortalidad: Es un hombre que lucha contra la muerte, que no se resigna a morir y pretende seguir viviendo una vez muerto en el recuerdo de los demás.  

Su concepción el arte, para él el arte y el trabajo deben ser uno y la misma cosa, deberíamos “trabajar para que el trabajador no viva de su oficio, sino para él, y que todos comprendan que armar una mesa, cortar un traje, levantar una pared, barrer una calle puede, debe y tiene que llegar a ser una verdadera obra de arte”. La fusión del arte y la industria. De esta manera “solo cuando todos participen de la misma de la misma manera bajo el yugo del capital y se sientan hermanos en esclavitud económica, sólo cuando el poeta comprenda que no tiene más remedio que hacer sonetos, como su compañero hace cestas o zapatos, sólo entonces podrán trabajar todos juntos por la emancipación común y elevar a arte todo oficio”. El fin del arte es emanciparnos.


Bajo mi punto de vista, coincido en varios aspectos que comenta Miguel pero creo que tiene una visión muy parcial que debería ser complementada. Me gusta el esfuerzo que hace para aproximar la ciencia a aquellos que la desconocen, pero ¿qué ocurre cuando el pueblo no quiere acercarse a la ciencia?. En el mismo sentido, considerar que el arte es emancipación, así sin más, me parece muy idealista. Me da la sensación que para que este libro llegase verdaderamente a la población debería hacer primero un análisis de lo que realmente ocurre a pie de realidad. De esta manera el deber ser estaría más adaptado a la realidad concreta. Da la sensación de que Unamuno parte de unas ideas y las intenta adaptar a la realidad sin más. En este sentido, tiene un toque muy hegeliano y muchos matices nihilistas. La torre de marfil en la que vive Miguel le llevó en su vida a no querer ser clasificado, y a no decantarse por ningún bando durante la Guerra Civil, pero el hecho de no querer mojarse de no querer actuar, me parece un acto de cobardía intelectual porque hay momentos en la historia en los que el hombre debe decantarse por un bando u otro. La Razón no está en pposesión de una sóla persona. El arresto domiciliario en el que vivió el resto de sus días es una metáfora de su estado mental. Necesitamos intelectuales comprometidos, que den ejemplo concreto en la realidad cotidiana y no faros de razón. 

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