martes, 31 de diciembre de 2013


Cuando uno vive en sociedad se da cuenta que ante la misma experiencia, la existencia humana, esta se vive de diferente manera desde un punto de vista existencial. Para dilucidar cuáles son las diferencias entre los seres humanos en relación a su posición existencial ante la vida utilizaré los escritos de Erich Fromm, Hannah Arendt.

En primer lugar, hallamos dos grandes modalidades de existencia, la modalidad del tener y la modalidad del ser. Tener y Ser son dos modalidades fundamentales de la experiencia, el vigor repectivo de las cuales determina las difernecias entre los caracteres de los individuos y los diversos tipos de carácter social.

Analizando más en detalle, encontramos tres tipos ideales que clasifican a las personas en relación a su posición existencial ante la vida: 

Hay personas, las cuáles podríamos llamar animal laborans, simplemente son. Se limitan a satisfacer las necesidades básicas del cuerpo. Producen materiales futiles. Es un analfabeto político incapaz de articular un nexo entre los actos más mundanos y las relaciones de poder. Esta persona, no oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el coste de la vida, el precio de las alubias, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.Desea cosas naturales, cosas que satisfacen sus necesidades amteriales como comida para comer. 

En segundo lugar, encontramos el homo faber, un utilitarista atrapado en la cadena de medios fines sin llegar a poder definir la utilidad de la utilidad. Utiliza los medios naturales para produccir objetivos. Produce materiales concretos. El hombre que no ha experimentado la angustia de la muerte no sabe que el Mundo natural dado le es hostil, que tiende a matarlo, a destruirlo, que no se dan allí las condiciones esenciales que puedan satisfacerlo realmente. Ese hombre sigue siendo pues en el fondo, solidario con el mundo dado. Querrá a lo sumo “reformarlo”, es decir, cambiar los detalles, hacer transformaciones particulares sin modificar sus caracteres esenciales. Ese hombre actuará como reformista “hábil”, es decir, como conformista, pero jamás como revolucionario verdadero. Pero, el Mundo dado donde vive pertenece al Amo (humano o divino), y en ese Mundo es necesariamente Esclavo.

En tercer lugar, El animal rationale, que tiene conciencia de su propia existencia. Tiene la capacidad de ser libre, es decir, de trascender lo dado y empezar algo nuevo. Tres son sus principales características: gracias al lenguaje se da cuenta de la pluralidad humana, conoce y habla varios idiomas; se da cuenta de la intersubjetividad, es decir, de la naturaleza simbólica de las relaciones humanas; y por último de la voluntad libre del agente. Pretende una transformación revolucionaria del Mundo, lo que presupone la “negación”, la no aceptación del Mundo dado en su conjunto. Y el origen de esta negación absoluta reside en el terror absoluto inspirado por el Mundo dado, o más exactamente por éste –o aquél– que domina este Mundo, por el Amo de ese Mundo. Sin embargo, el Amo que engendra (involuntariamente) el deseo de la negación revolucionaria, es el Amo del Esclavo. Este hombre no puede, en consecuencia, liberarse del Mundo dado que no lo satisface sino a condición de que ese Mundo, en su totalidad, pertenezca en efecto a un Amo (real o “sublimado”). Mas, en tanto que el Amo vive, él se halla también siempre sometido al Mundo del cual es Amo. Puesto que el Amo no trasciende el Mundo dado sino en y por su vida, únicamente su muerte “realiza” su libertad. Desea cosas no materiales.


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