domingo, 29 de diciembre de 2013

La Iglesia Española tenía una triple lealtad, la de servir a Dios, reconocer la autoridad papal y obedecer al rey. Carlos III heredó una posición dominante sobre la Iglesia legalizada por el concordato de 1753, que confirmaba a la corona española el derecho casi universal de nombramiento, jurisdicción y rentas y que procedió a consolidar y ampliar. La Iglesia no estaba en situación de resistirse al absolutismo, bajo el cual gozaba de grandes privilegios. La combinación de un monarca enérgico y una jerarquía sumisa redujo a la Iglesia a una dependencia Borbónica sin parangón en la historia de España. 




En las zonas rurales son los intelectuales los que cimentan la estructura económica y la superestructura del bloque agrario reaccionario. La sociedad rural es un gran bloque agrario, constituido por tres capas sociales: la gran masa paisana amorfa y desagregada, los intelectuales de la pequeña y media burguesía y los grandes terratenientes y los grandes intelectuales. Es en el dominio ideológico de los intelectuales en los que se articulan alianzas contradictorias entre las clases, es el dominio que asegura la dominación y la hegemonía social. Es el intelectual, en este caso el cura rural, que en tanto que  crea el consenso, sirve de pivote a la articulación entre bloque y hegemonía. El campesino español está ligado al gran propietario a través del intelectual eclesiástico rural que hace de intermediario y de vigilante del absolutismo real. Su único objetivo es mantener y salvaguardar el status quo. 


En él no se muestra el menor barniz intelectual ni el programa, ni la mínima tendencia a la mejoría social y al progreso. En todo país así como en España, la capa de intelectuales ha sido radicalmente transformada por el desarrollo del capitalismo. De esta manera se puede diferenciar entre un viejo tipo de intelectual que organiza una sociedad básicamente campesina y artesanal, y un nuevo tipo de intelectual, el reformador ilustrado, introducido por la industria: cuadro técnico, especialista de la ciencia aplicada. Este segundo predomina donde las fuerzas productiva se desarrollan en sentido capitalista con orden y disciplina intelectual, y que producen la pequeña y mediana burguesía urbana, y en el rural, funcionarios y profesiones liberales. 

Demócrata frente al campesino y reaccionario delante del gran propietario y del gobernante, el intelectual rural del bajo clero es de gran ayuda para el terrateniente rural, es decir, del pequeño y mediano propietario de tierra que no es campesino, que no trabajan la tierra, y que le da vergüenza trabajar la tierra, pero que, por poca tierra que posea, quiere percibir una renta por ellas que le permita vivir convenientemente, para tener con qué enviar a sus hijos a la Universidad o al seminario, para constituir la dote de sus hijas que se casaran con un oficial o un funcionario. 

Llegados a este punto, hace falta remarcar que la clase campesina no crea sus propios intelectuales a pesar de que el origen de la mayoría de intelectuales del bajo clero proceden del campesinado. Por ejemplo, el cura rural en la diócesis de Mondoñedo estaba inscrito dentro de una estructura social de Antiguo Régimen. La Iglesia reflejaba la estructura del resto de la sociedad: los obispos y el alto clero pertenecían a la élite, mientras que el bajo clero se integraba en la fila de los pobres. La posibilidad de movilidad ascendente dependía de pertenecer a una familia de hidalgos, de la educación universitaria, del nombramiento para una canonjía que eran los pasos para llegar al obispado. Una estructura social de este tipo tendía a producir unos párrocos ignorantes y negligentes y a relegar la obra pastoral o a dejarla en manos del clero regular, cuyas órdenes tenían, unos ingresos y educación independientes. El párroco rural, próximo a sus fieles y calificado para tareas de dirección, era considerado como un elemento  potencialmente útil para la comunidad, en la medida que colaborara con el programa Real. 

Los canónigos y otros elementos eclesiásticos de las catedrales, así como los titulares de grandes beneficios, eran considerados como elementos ambiciosos y rechazados como parásitos sociales. 

El cura rural es un hecho típico de la sociedad donde domina la propiedad hacendada y la renta. El cura rural se presenta a los campesinos: 1. Como poseedor de tierras con el que el campesino entra en conflicto por la cuestión de las rentas; 2. Como un usurero; 3. Como un hombre sumiso a las pasiones terrenales: mujeres y dinero. Desde entonces, no ejerce más que una débil autoridad, y el campesino rural, aunque es supersticioso o mariano, no es clerical. 

En conclusión, la función contrarrevolucionaria asumida por los intelectuales del bajo clero es tan primordial que impide la explosión de las contradicciones en las zonas rurales, hasta el punto de dar nacimiento a un bloque intelectual en el que se apoya el bloque agrario y que asegura una función de hegemonía y de dominación absolutista que estaría condenada sin la ayuda de estos intelectuales. 

0 comentarios:

Publicar un comentario