La Iglesia Española tenía una triple lealtad,
la de servir a Dios, reconocer la autoridad papal y obedecer al rey. Carlos III
heredó una posición dominante sobre la Iglesia legalizada por el concordato de
1753, que confirmaba a la corona española el derecho casi universal de nombramiento,
jurisdicción y rentas y que procedió a consolidar y ampliar. La Iglesia no
estaba en situación de resistirse al absolutismo, bajo el cual gozaba de
grandes privilegios. La combinación de un monarca enérgico y una jerarquía
sumisa redujo a la Iglesia a una dependencia Borbónica sin parangón en la
historia de España.
En las zonas rurales son los intelectuales
los que cimentan la estructura económica y la superestructura del bloque agrario
reaccionario. La sociedad rural es un gran bloque agrario, constituido por tres
capas sociales: la gran masa paisana amorfa y desagregada, los intelectuales de
la pequeña y media burguesía y los grandes terratenientes y los grandes
intelectuales. Es en el dominio ideológico de los intelectuales en los que se
articulan alianzas contradictorias entre las clases, es el dominio que asegura
la dominación y la hegemonía social. Es el intelectual, en este caso el cura
rural, que en tanto que crea el consenso, sirve de pivote a la
articulación entre bloque y hegemonía. El campesino español está ligado al gran
propietario a través del intelectual eclesiástico rural que hace de
intermediario y de vigilante del absolutismo real. Su único objetivo es
mantener y salvaguardar el status quo.
En él no se muestra el menor barniz
intelectual ni el programa, ni la mínima tendencia a la mejoría social y al
progreso. En todo país así como en España, la capa de intelectuales ha sido radicalmente
transformada por el desarrollo del capitalismo. De esta manera se puede diferenciar
entre un viejo tipo de intelectual que organiza una sociedad básicamente
campesina y artesanal, y un nuevo tipo de intelectual, el reformador ilustrado,
introducido por la industria: cuadro técnico, especialista de la ciencia
aplicada. Este segundo predomina donde las fuerzas productiva se desarrollan en
sentido capitalista con orden y disciplina intelectual, y que producen la
pequeña y mediana burguesía urbana, y en el rural, funcionarios y profesiones
liberales.
Demócrata frente al campesino y
reaccionario delante del gran propietario y del gobernante, el intelectual
rural del bajo clero es de gran ayuda para el terrateniente rural, es decir, del pequeño y mediano
propietario de tierra que no es campesino, que no trabajan la tierra, y que le
da vergüenza trabajar la tierra, pero que, por poca tierra que posea, quiere
percibir una renta por ellas que le permita vivir convenientemente, para tener
con qué enviar a sus hijos a la Universidad o al seminario, para constituir la
dote de sus hijas que se casaran con un oficial o un funcionario.
Llegados a este punto, hace falta remarcar
que la clase campesina no crea sus propios intelectuales a pesar de que el origen
de la mayoría de intelectuales del bajo clero proceden del campesinado. Por ejemplo, el cura rural en la diócesis de Mondoñedo estaba inscrito dentro de una estructura
social de Antiguo Régimen. La Iglesia reflejaba la estructura del resto de la
sociedad: los obispos y el alto clero pertenecían a la élite, mientras que el
bajo clero se integraba en la fila de los pobres. La posibilidad de movilidad
ascendente dependía de pertenecer a una familia de hidalgos, de la educación
universitaria, del nombramiento para una canonjía que eran los pasos para
llegar al obispado. Una estructura social de este tipo tendía a producir unos
párrocos ignorantes y negligentes y a relegar la obra pastoral o a dejarla en manos
del clero regular, cuyas órdenes tenían, unos ingresos y educación
independientes. El párroco rural, próximo a sus fieles y calificado para tareas
de dirección, era considerado como un elemento potencialmente útil para
la comunidad, en la medida que colaborara con el programa Real.
Los canónigos y otros elementos
eclesiásticos de las catedrales, así como los titulares de grandes beneficios,
eran considerados como elementos ambiciosos y rechazados como parásitos
sociales.
El cura rural es un hecho típico de la
sociedad donde domina la propiedad hacendada y la renta. El cura rural se
presenta a los campesinos: 1. Como poseedor de tierras con el que el campesino
entra en conflicto por la cuestión de las rentas; 2. Como un usurero; 3. Como
un hombre sumiso a las pasiones terrenales: mujeres y dinero. Desde entonces,
no ejerce más que una débil autoridad, y el campesino rural, aunque es supersticioso o mariano, no es clerical.
En conclusión, la función
contrarrevolucionaria asumida por los intelectuales del bajo clero es tan
primordial que impide la explosión de las contradicciones en las zonas rurales,
hasta el punto de dar nacimiento a un bloque intelectual en el que se apoya el
bloque agrario y que asegura una función de hegemonía y de dominación
absolutista que estaría condenada sin la ayuda de estos intelectuales.
0 comentarios:
Publicar un comentario