Aunque ya se
hayan dado cuenta, llevamos dos años de gobierno de don Mariano Rajoy. Como
dice don Mariano, en un esfuerzo positivista digno de mención, “la realidad es la que es” y nos pide a los
españoles que hagamos un auto de fe para posteriormente aplicarnos la Ley de
Seguridad. “La realidad es la que es” enmascara una falacia de este delfín de Aznar
que un buen día se convirtió en una meiga de la Realpolitik. La crisis económica
nada tiene que ver con convertir la educación y la sanidad públicas en un conjuro
maléfico, hechizar los derechos, y por último, transformar las libertades en sacrílega temeridad.
Detrás se esa
frase se esconden dos cosas. Por un lado, la ambigüedad moral que define
siempre a la meiga, ya que al conocer este mundo también podría utilizarlo para
causar el mal, que es precisamente lo que define a la meiga. Por otro lado, la
aplicación de una política de máximos, de una preconcepción de subsidiariedad de
la educación y la sanidad públicas. Porque no se dejen engañar ustedes, don
Mariano tiene la capacidad de hacer el mal, de ofender no cumpliendo el
programa electoral, de hacer perder el sentido de la propia realidad, y de
quitar la salud enfermando al vecino.
Don Mariano ha manifestado en una de sus conocidas crónicas marianas, que no cumple el programa electoral, pero que sí que cumple su obligación: hacernos ver que sólo hay un camino. Forzado por las circunstancias ha recortado primero en servicios básicos del Estado del Bienestar como en educación y sanidad, posteriormente mutilando las libertades con la aprobación de la Ley de la Seguridad para acabar trinchando el derecho de aborto a la mujeres.
Don Mariano
introduce en España el desorden, la enfermedad, el hambre, la pobreza y el
suicidio por desahucio. Don Mariano saca de España a los jóvenes titulados, a las mujeres que quieran abortar, a los trabajadores inmigrantes y la esperanza de un futuro mejor. A la meiga mariana se le asocia con aumento de desempleo, escalada de
pobreza, con copago sanitario, con la reforma del Consejo del Poder Judicial sin un
mínimo consenso y con minijobs de chiringuito. La política del odio
cortoplacista no se aparta de la meiga que a su vez cristaliza el descontento y
la impunidad de los casos de corrupción de financiación ilegal del PP
destapados por Bárcenas.
Don Mariano
entra dentro de ese tipo de meigas llamadas meigas chuchonas que son de las más
peligrosas. Estas se presentan con distintas caras o transformadas en subidas
de impuestos a las rentas altas. Chupan el dinero a las rentas del trabajo y
les roba la grasa corporal a los niños cuyos padres no tienen para darles una
comida al día, para ser empleados en la elaboración de rescates bancarios. Sí que hay dinero, pero lo hay sólo para lo que a don Mariano le apetece.
No se dejen
engañar, el Partido Popular ha descubierto un sortilegio que le hace sacar provecho
de la crisis económica para introducir reformas ideológicas que no responden a
una “realidad que es la que es” sino la que le gustaría a ellos que fuera: la
realidad de la ChiringoPolitik, un discurso político que actúa de forma turbia
o sumergida como la financiación de su propio partido. ¿Será simple maleficio o cuestión genética?
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