miércoles, 30 de junio de 2021



El cine de Ingmar Bergman es un cine centrado en la expresión de sus sensibilidades y en las dudas que supone el existir hecho que le aleja del cine comercial, de ser un mero acto de entretenimiento. Las motivaciones para narrar de Bergman se alejan del cine político, del embellecimiento de las clases pudientes, de la protesta social o del arte por el arte. Bergman trata de plasmar una lucha interna entre diferentes planteamientos en relación al ser.

El hecho de narrar inquietudes y no situaciones, no pone las cosas fáciles, pero al mismo tiempo estando todo ahí para quién desee participar no como mero espectador sino como participante pues sus dudas mostradas no pertenecen sólo a Ingmar Bergman sino al total de los seres humanos quienes se enfrentan al devenir del ser consciente.

Para Bergman la angustia es no poder deshacerse de la idea de Dios que no responde a sus palabras y él quiere sabiduría y no fe. En cambio, para Kierkegaard, la angustia es la respuesta frente al vacío, frente al estado de inocencia e ignorancia. Frente a esa ignorancia hay la Nada que engendra a la Angustia. Por un lado, la angustia es diferente al miedo, en que el miedo es frente a un objeto concreto. Por otro lado, la angustia es la conciencia de la realidad en tanto posibilidad frente a las posibilidades. Aparece como vacío de conocimiento que genera angustia.

De esta manera Kierkegaard se opone a la afirmación hegeliana de que "Todo lo real es racional": La realidad es un proceso racional y cognitivo infinito de posibilidades en la que la Nada es una posibilidad

La angustia es el vértigo de la libertad, donde la libertad siente angustia frente al abismo de todas las posibilidades infinitas. Angustia no por no hacer nada, no-paralizante, angustia por no saber qué hacer, lo que no significa que no haya nada por hacer. Angustia frente al vértigo, frente a la infinitud de posibilidades, de lo eterno. 

Con Kierkegaard, el individuo toma conciencia de la libertad frente a las infinitas posibilidades, que genera una angustia, un vértigo frente a tantas posibilidades posibles y hay que tomar una decisión y nadie puede decirle qué hacer

Aparece una dimensión existencial en el "hay que hacer", un salto de fe que da lugar a la existencia. Tomar decisiones aun cuando no hay certezas, es hacerse cargo de esa libertad. Hacerse cargo de esa libertad, es estar obligado a tomar decisiones.

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